EL OCASO DE LA HUMANIDAD Y EL GUERNICA DE PICASSO
EL GUERNICA DE PICASSO O EL OCASO DE LA
HUMANIDAD
Por Esteban Ortiz
El siglo que pasó estuvo marcado por dos guerras y un tiempo de
postguerra, fue sin duda un tiempo impulsor del desarrollo tecnológico.
Pese a los avances, también se despertó la idea de que lo que veíamos florecer
podía finalizar de un momento a otro. El siglo anterior dejó la terrible
sensación de que se iba a acabar lo mucho, lo poco o lo que a dura penas la
humanidad había construido.
De esto último habla el Guernica de Pablo Picasso, del fin de una
era, de la eclosión del mundo que se percibía en ese entonces. Precisamente en
1937, este cuadro mostró la devastación de todo un pueblo y predijo con horror, la segunda guerra mundial que se venía orquestando.
En el verano del 2017 estoy en Madrid y me dirijo al Museo Reina
Sofía. Quiero ver y sentir, los más de cerca posible, al Guernica. Luego de un tránsito rápido por la obra expuesta de Picasso, entro por fin a la
sala donde reside el Guernica desde hace 25 años. El cuadro luce imponente,
alocado y abrazador. Es inmenso y desproporcionado. Los trazos son contundentes
y definidos. Saltan a la vista los animales, los objetos y algunos rostros. Es
difícil no sobrecogerse, imposible dejar de verlo. Mi mente se turba.
Después de unos momentos de estupor, desaparece la escena inicial.
El cuadro se vuelve añicos, los objetos se vuelven detalles. Ya no se ve el
todo, aparecen cosas aisladas. Emerge la confusión y me acompaña -desde entonces- una desilusión. Francamente no se qué es, qué sucede
o qué narra. Veo el caos, el ambiente luce perturbador y hasta falta el aire. ¿Será
esto una obra de arte o precisamente el arte ha muerto con ella?
Tampoco las personas a mi alrededor dicen algo. Parece que nadie
respira. Sólo persiste la experiencia del cuadro, el Guernica ha
llamado la atención, ha nublado el pensamiento. Todo lo que existe al frente
suyo se detroza. La obra sigue siendo aterradora, caótica, decididamente
perturbadora. Compruebo que a Picasso no le interesa para nada la belleza convencional, su
búsqueda por la misma terminó.
Luego de minutos de franca consternación, la comparación surge. Ver al Guernica me transporta a Colombia. Recuerdo la guerra interna, décadas de confrontación, pienso en el absurdo de la
lucha, y sobre todo vuelvo al horror y al sufrimiento. Frente al Guernica veo
reflejado en blanco y negro la destrucción de los pueblos; veo a Toribio, a
Apartadó y recreo a Bojayá. En este cuadro Picasso refleja también el país en todos los años de conflicto, emergen de nuevo las personas
destruidas por las bombas, abrazadas por la ignominia, la desesperanza y el
absurdo.
media hora después y gracias a la experiencia del Guernica, en esta fría sala del museo Reina Sofia entiendo mejor mi país. Entiendo la estética del siglo XX, su arte, su
sentido, su fuerza y su carácter. Comprendo que lo opuesto a la sociedad es la guerra, lo
contrario a la civilización son las bombas. Después de una confrontación
bélica sólo quedan migajas de existencia, la humanidad sucumbe. Ahora bien, el arte
frente a la violencia se despedaza, la belleza convencional deja de ser una búsqueda.
Después del Guernica no hay nada, no hay esperanza, no hay aliento alguno, la
sociedad se extingue por completo.
Gracias a Picasso comprendo mejor al Siglo XX ¿Cómo podemos seguir creyendo en el progreso de la humanidad, si seguimos teniendo las guerras como protagonistas de nuestro tiempo?
Gracias a Picasso comprendo mejor al Siglo XX ¿Cómo podemos seguir creyendo en el progreso de la humanidad, si seguimos teniendo las guerras como protagonistas de nuestro tiempo?
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