EL CONFLICTO ES CONNATURAL AL SER HUMANO, LA VIOLENCIA NO
EL CONFLICTO ES CONNATURAL AL SER HUMANO, LA VIOLENCIA NO
Por Esteban Ortiz
Al hablar de conflicto se hace referencia a situaciones difíciles, contradictorias y a disputas por intereses entre los seres humanos o entre conglomerados sociales, produciéndose por lo general una confrontación. Para la psicología del desarrollo ha sido vital asumir una postura abierta hacia el conflicto en tanto que lo entiende como un asunto connatural a la condición humana y a la vida en sociedad, así que su presencia en la escuela debe asumirse como algo que le es propio, dado el universo de relaciones e intereses sociales presentes en ella.
Asumirlo de esa manera no significa negarlo sino reconocerlo, lo cual implica potenciar en los sujetos o en los grupos sociales dinámicas de reconstrucción y de transformación de las formas de relacionarse. Estanislao Zuleta afirma que "Una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos."
Visto así, el conflicto conduce a la reinvención, a hacer uso de la creatividad para adaptarse a los cambios, a reconocer la diferencia, a tener capacidad para tomar decisiones, a construir una mirada crítica y especialmente a la capacidad de los individuos y de los grupos sociales de plantearse nuevos conflictos, si se quiere más complejos, más profundos, más trascendentales y más formativos.
La adecuada solución de los conflictos depende de los mecanismos que se usen para tal fin. Si se niega o se desconoce se genera agresividad, si se usa la fuerza seguramente terminará en actos violentos, pero si se usa la palabra, la concertación y la negociación seguramente se llegarán a acuerdos o como mínimo al reconocimiento y al respeto de los intereses y planteamientos de los otros.
Para la psicología, la solución del conflicto no es la única salida que se tiene frente a la presencia de éste. La despolarización del mismo representa una forma adecuada de tramitarlo ya que se llega a acuerdos sobre las formas como permanecen y se mantienen los intereses de las partes implicadas, sin que ello genere agresiones o algún tipo de violencia.
EL CONFLICTO Y LA ESCUELA
Al interior de la escuela aparecen muchos y variados conflictos, las interacciones de todos los que componen la comunidad educativa están llenas de conflictos, y no por eso es negativo, al revés, el conflicto puede ser la oportunidad para la transición y el cambio. El conflicto puede ser el comienzo de una nueva experiencia, el impulso inicial de la proeza y el reconocimiento de lo que el ser humano es capaz de transformar.
Algunas de las manifestaciones de este tipo de conflictos que se observan a menudo son:
ü El conflicto maestro – estudiante, precursor del aprendizaje;
ü El conflicto del estudiante hacia el maestro, precursor de la autoridad
ü Y sobre todo, el conflicto entre los mismos estudiantes. Entre ellos el conflicto entre niños y niñas, y los de etnias o grupos raciales, precursor de la convivencia.
Estos tres tipos de conflictos son vividos por los estudiantes de la institución y son recogidos y revividos por los nuevos estudiantes. De ahí la importancia de entenderlos, despolarizarlos y solucionarlos.
Conflicto maestro – estudiante:
Hay una relación que influye en el desarrollo de los estudiantes, y que tiene que ver con muchos de los motivos de tensión que existen en la escuela. Es la relación directa de maestros y maestras con los nuevos estudiantes, este trato puede tener algunos componentes que pueden tipificarse como conflictivos ([1]), algunos de estos se enuncian a continuación:
a) Las correcciones antipedagógicas. A veces los maestras hacen caer en cuenta de los errores de una manera negativa y poco formativa, como si cometer un error fuera un acto negativo y no un evento susceptible de aprendizaje y mejora;. Este acto a veces conlleva a la ridiculización frente a los compañeros, por dificultades, errores u omisiones en el proceso de aprendizaje o disciplinario; lo cual implica humillaciones y ofensas a el o la estudiante en público o en privado.
b) Los señalamientos psicologistas. Por ejemplo: una conducta se convierte en un problema de personalidad, en este caso: la inquietud, la indisciplina, la desobediencia, el incumplimiento académico se vuelven problemas de agresividad, hiperactividad, dificultad de concentración y problemas de aprendizaje en general, que ameritan tratamientos especiales o sobrellevar ese señalamiento durante toda la vida escolar. De otra parte, una situación cotidiana se convierte en una característica de la personalidad, el desorden en algún pupitre implica ser desordenado, o no traer una tarea en ser desatento.
c) El regaño o “cantaleta” permanentes. Muchas veces la institución educativa tiene en el regaño una forma de pedagogía, a través de su constitución en discurso común para todas las actividades. Una asamblea general en donde se juzga a todos: es una forma de explicar, de evaluar, de corregir o reprender por la contravención disciplinaria o académica, de prevenir sobre el cumplimiento de normas y exigencias escolares, de llamar la atención, de trabajar.
d) Las clasificaciones o tipificaciones. a menudo las respuestas de los estudiantes son encasilladas o tipificadas en buenas y malas, adelantadas y atrasadas, disciplinadas e indisciplinadas. Esta generalización implica discriminación donde el estudiante termina actuando según la expectativa generada sobre él.
e) Las preguntas o respuestas aparentemente absurdas. Preguntar en clase se vuelve a veces motivo de burla pues nadie se atreve a admitir que no sabe algo. Los estudiantes en situación de desplazamiento a veces hacen preguntas o formulan respuestas que al parecer no tienen conexión con el tema tratado pero que tienen que ver con nuevas maneras de pensar distintas o laterales a la que emplea el o la docente. Estas preguntas o respuestas son ignoradas o corregidas por los docentes, los cuales asumen que es por desatención o falta de respeto las preguntas o respuestas que sugieren los estudiantes en su proceso de desarrollo cognitivo. [2]
f) Desconocimiento de las emociones y de los sentimientos. Muchas acciones escolares se encuentran desconectadas del mundo vital afectivo de los estudiantes, situación que debería ser tomada en cuenta para lograr conectar las áreas del conocimiento con el entorno afectivo y emocional del estudiante.
g) Tareas repetitivas. Los deberes escolares que se ponen a modo de castigo o regaño para que los estudiantes aparentemente aprendan y repitan en su casa o por fuera de la institución educativa. Estas tareas son realizadas de manera mecánica por todas las instancias familiares. Las tareas como repetición pueden ser suplidas por las tareas de investigación o nuevas exploraciones que hacen los estudiantes en su tiempo libre.
Conflicto de retorno estudiante – maestro
Este tipo de conflicto es la manifestación de conflictos intergeneracionales mal resueltos que generalmente se dan entre los adolescentes y maestros por el cuestionamiento que hacen de la autoridad del adulto desafiándolos, insultándolos y atacándolos inclusive físicamente. Este tipo de violencia no es tan común, pero si digna de tener en cuenta en el momento en que se manifieste.
Conflicto entre pares
El conflicto en las relaciones que suceden a diario en la escuela, a veces se ve expresado en las mismas relaciones entre los estudiantes. Este conflicto se lleva al límite en un fenómeno llamado el matonéo y este se refiere a “los procesos de intimidación y victimización entre iguales, esto es, entre alumnos compañeros de aula o de centro escolar Se trata de procesos en los que uno o más estudiantes acosan e intimidan a otro —víctima— a través de insultos, rumores, vejaciones, aislamiento social, apodos, etc..” (Ortega y Mora-Merchán, 1997).
El conflicto entre pares es la oportunidad para evidenciar y conocer cómo son las relaciones entre los estudiantes, sus maneras de tratarse, las palabras que se emplean, los afectos o las contradicciones que sacan a relucir, los estereotipos que tienen, las palabras y su significado, incluso las ideas de lo masculino o lo femenino que encierran sus expresiones.
Igual, el conflicto permite predecir cómo los estudiantes se tratan al interior de sus familias, evidencia cómo son las relaciones entre padres y madres, hermanos y hermanas, y cómo este trato se traslada muchas veces a la escuela y a la relaciones que se tejen en su interior.
Como resultado de los tipos de conflicto, se da un “espiral del conflicto” en el contexto escolar, ya que los conflictos nacen, se desarrollan y si no son trabajados pedagógicamente por lo general no mueren, por el contrario empiezan por situaciones que pueden pasar inadvertidas por las personas y tienden a agudizarse si no se resuelven a tiempo, desembocando en acciones violentas.
Resumiendo entonces, la escuela es el lugar para trabajar el conflicto, elemento connatural al ser humano, dada su diversidad y su diferencia. Los maestros son los actores llamados a dar la mano para que Colombia pase la página de la violencia, acogiendo en sus aulas un estudiante siempre presente como el conflicto, movilizador del aprendizaje, de la autoridad y de la convivencia. Solo así saldremos adelante como sociedad.
Resumiendo entonces, la escuela es el lugar para trabajar el conflicto, elemento connatural al ser humano, dada su diversidad y su diferencia. Los maestros son los actores llamados a dar la mano para que Colombia pase la página de la violencia, acogiendo en sus aulas un estudiante siempre presente como el conflicto, movilizador del aprendizaje, de la autoridad y de la convivencia. Solo así saldremos adelante como sociedad.
[2] Después de muchos “ires y venires” en la pedagogía, se ha encontrado que el conflicto es el punto de partida de los nuevos conocimientos, pues lo que se pretende con aprendizajes nuevos es que contrasten y confronten aquellos ya existentes, y no que se sumen como una capa más a los que ya tienen los estudiantes. El aprendizaje sería concebido como este permanente conflicto entre las suposiciones de los estudiantes y los nuevos aprendizajes que “romperían” dichas concepciones.
[3] Ortega, R. y colaboradores (1997): la convivencia escolar: qué es y cómo abordarla. sevilla. consejería de educación y ciencia. Pág 40
Comentarios
Publicar un comentario