YO EL ARTESANO

Nota aclaratoria: Las siguientes líneas provienen de una serie de conversaciones con el Maestro Ecuatoriano Mauro Phazan, quien ha enaltecido la cultura popular latinoamericana con una monumental obra artesanal producida en Cali. Me he tomado el atrevimiento de ponerla en primera persona, situación ficticia que viola la intimidad del maestro, quien es muy reservado. Pido disculpas por este recurso. La idea es más bien conocer experiencias de artesanos que se volvieron empresarios culturales con el firme propósito de inspirar a otros a hacerlo.

YO MAURO PHAZAN 
EL ARTESANO
por Esteban Ortiz 

Mi nombre es Mauro Phazan, nací en Cuenca Ecuador y soy indígena. De padre panadero, de abuelo tallador. ¿Qué más se le podía pedir a un hombre donde sus antepasados se labraron la vida con las manos? Soy una persona que le hace un reconocimiento a sus orígenes, a sus tradiciones y la vida misma. Soy a mucho honor: un artesano.

MI HISTORIA

Hace años llegué al terminal de Cali. Vi las montañas y me quedé. Busqué trabajo y encontré qué hacer en el Ingenio. Yo era el que copiaba las piezas de las máquinas importadas. De una pieza única que compraban en el Ingenio para reparar las máquinas, yo reproducía 3 o 4 para no volverla a comprar. Yo era el del ingenio en el Ingenio. Era un buen empleado y me iba bien. En los largos viajes entre Cali y el trabajo pensaba en mi futuro. No quería ser empleado toda la vida. La libertad era algo que me hacía mirar por la ventana del bus. Añoraba mis montañas.

Soñaba en que podía ser tallador como mi abuelo pero la maquinaria necesaria era muy costosa.   Podía hacer piezas metálicas pero de nuevo el costo era un impedimento. De pronto empecé a recordar algo al alcance de la mano, la tierra misma y la arcilla de más abajo. En mi pueblo había un sitio donde los indígenas hacían ollas, tiestos de barro, y yo me acordaba de ellos pues iba a visitarlos cuando era pequeño. Empecé a considerar ser alfarero.

LA ARCILLA

Mi primera arcilla fueron dos bultos regalados de Siloé. Mientras le quitaba las piedrecillas y amasaba y amasaba, pensaba en el tema. Cuando ya era una masilla húmeda y tratable, meditaba en lo qué podía hacer, y dejé que mis manos hicieran lo que quisieran. Cuando miré, me di cuenta que había hecho un pájaro. Desde entonces, los pájaros son el hilo conductor de mi obra. Continué haciendo pájaros y un domingo fui al mercado artesanal de la loma, puse un mantel y sobre él dispuse mis pájaros. La acogida fue inmediata, vendí todos los pájaros. Ese día había conseguido lo que me ganaba en un mes en el Ingenio. Mis manos, la arcilla, las artesanías, el mercado y mi futuro se alinearon.  

LAS PREGUNTAS

Mi obra es una fiesta, es un homenaje a las tradiciones populares de América. Soy un apasionado de las fiestas. Latinoamérica es toda una celebración. He recorrido este Continente desde México hasta el Perú, de fiesta en fiesta, de eslabón en eslabón. Me gusta estar con los artesanos, los que hacen cosas con sus manos, los que hablan poco y expresan mucho. He bebido jage, he estado con los silleteros en sus casas viendo como empacan sus flores. He mirado mucho, viajado bastante y aprendido del arte popular. Soy también un hijo de la tierra, un poco desubicado del presente lleno de afanes, lo mío es la interpretación de la alegría en la arcilla. 

EL BARRIO y MI CASA

No me explico cómo la gente de Cali abandonó el barrio de San Antonio. Hace 30 años la moda era pasar de 400 metros de una casa a 120 metros de un apartamento. ¿Cómo pudo haber pasado algo igual? Este barrio me enorgullece, me nutre, aquí tengo colegas, amigos y árboles, muchos árboles.

Mi casa es mi tierra, compré este lote con 500 mil pesos, lo mismo que costaba un Renault 4 en esa época. Muchos habrían comprado el carro, yo compré mis raíces. Construí esta casa con mis criterios, el principal no tumbar ningún árbol, adaptarse a los que había. Los constructores no entendían bien ese criterio, preferían arrasar, en mi caso, preferí construir a partir de la naturaleza. La tierra no ha olvidado este gesto mío, la vida se respira por doquier. Mi taller es un lugar abierto a la naturaleza donde se conjuga el aire con la sombra de los árboles; el verde de los setos con el gris de mi arcilla; el café de los troncos con el rojo de los hornos. De mi casa salen precisamente los colores de mis obras.

LA MAGIA

La alfarería conjuga todos los elementos, tierra, agua, aire y fuego. De ahí su nobleza, volverlo un arte es parte de una herencia que muchos deberían considerar.  Cuando metes las piezas al horno es impredecible lo que puede suceder. Algunas se rompen, se parten y otras explotan en miles de fragmentos. Como cualquier magia, la noche es el escenario perfecto para que los hornos hagan su función. Durante toda la noche están ardiendo, haciendo de la oscuridad su telón de fondo, su función es la que transforma la arcilla en  artesanía. Lo que sucede en el horno es algo que jamás entenderé con palabras. Sólo sé que es algo fuera de este mundo. El horno es el que decide, si la obra no debe salir él lo dirá.  

MI HERENCIA

A esta edad uno piensa en su legado, tengo 10 hijos. Cada uno ha hecho una vida propia, se ha labrado su historia. Una es arquitecta, otro comunicador, cada uno ha esculpido su propio camino se han transformado en sus deseos. Yo no creo que nadie vaya a seguir haciendo lo que yo hago, lo que si quiero es que se cree una fundación que recuerde mi presencia en este mundo.

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