EL ENIGMA DEL NOMBRE PROPIO - PARTE 5 Y ÚLTIMA

¿Cómo he sido nombrado a lo largo de mi historia?

Luego de descubrir las características de la persona que encarnamos, nos adentramos a los usos que ha tenido. En nuestro país, es común alterar los nombres y cambiarlos. Muchas veces se reducen, se extienden o son oportunidad para inventar nuevas sonoridades.

No hablaré mucho de los apodos, pues amerita todo un nuevo tratado al respecto. En Colombia son muy comunes, y se vuelven una manera diferente de nombrarnos, para rehacernos, escondernos o muchas veces para labrarnos una nueva existencia. El hampa, las bandas y curiosamente los jugadores de futbol (no se por qué) están plagados de estos nuevos nombres que asumimos queriendo o sin querer.

Adentrémonos más bien a las sonoridades que nuestro nombre ha tenido, esto nos acerca a traer a colación las diferentes maneras de ser amados y nombrados a lo largo de nuestra historia. Pregunto por los usos que ha sufrido nuestro nombre, por cómo somos nombrados por seres queridos a lo largo de la vida. Los gestos y las caras se transforman a medida que la gente nombra los distintos usos de su nombre. Es fácil percibir relaciones cercanas, estrechas y casi íntimas a partir de pronunciar el nombre de una manera determinada.

En este momento a veces recurro a si quisieran ser llamados con otro nombre. ¿Qué nombre se pondrían? Diferentes nombres salen de manera espontánea, otros deciden continuar férreamente con su nombre. Aquí, un saludo espontáneo generalmente termina con risas y un sopor generalizado emerge por haber transitado por insondables regiones ocultas de nuestra existencia. 

A modo de conclusión

Luego de toda esta actividad, donde como digo, he tratado de conocer a las personas, lo que he generado son extrañezas propias y extrañas. Al preguntar por situaciones que son del resorte personal y privado, concluyo que el nombre es uno de nuestros mayores enigmas y también la ventana para conocer un poco más de nosotros mismos, de aprender sobre nuestra inacabada historia, la cual no se delimita a la edad que tenemos, se remonta a épocas remotas gracias a nuestro nombre.

El nombre es una perfecta excusa para traer a colación narraciones lejanas, conflictos de nuestros antepasados que se recrean en nuestra vida. Con nuestros nombres encontramos que tenemos a cuestas toda una carga familiar, es preciso reconocer dicho peso histórico y empezar a tener mejores explicaciones de nuestra existencia a partir de conocer un poco más de nosotros mismos. ¿Cómo será entonces conocer de nuestros apellidos? eso sería motivo de una fantástica arqueología personal profunda.

Amigo lector, para una próxima vez, al dar un apretón de manos recuerde imprimir la fuerza de su historia transmitida al pronunciar su nombre. También haga el esfuerzo por recordar el nombre de las demás personas, muchas puertas del pasado, pero también del futuro se abrirán al hacerlo. 

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