EL ENIGMA DE NUESTRO NOMBRE - COMPLETO
EL ENIGMA DE NUESTRO NOMBRE
“Enigma: Enunciado artificiosamente
encubierto para que sea difícil de entender
o interpretar”. -Diccionario
de la RAE-
Admito que me cuesta recordar el nombre de la persona que recién
conozco. Para hacerlo recurro a un ejercicio narrativo que me permite, en la
mayoría de los casos, salir avante. En cuestión de minutos, invito al recién
conocido -valga la redundancia- a "conocernos", buscando como
pretexto recoger del nombre sus significados, razones, usos y hasta apelativos.
Mi deseo auténtico de tratar de aprenderme cómo se llama el
interlocutor, se ve acompañado por una práctica fácil en su planteamiento y a
la vez profunda en su resultado. Descubro de manera recurrente que en la
mayoría de los casos desconocemos el significado de nuestro nombre.
Advierto que este es un comportamiento típico de los psicólogos,
que no podemos ir por el mundo sin indagar, movilizar o hacer pesquisas por la
subjetividad. Afortunadamente, ese usual desconocimiento sobre nosotros mismos
es una materia prima rica, fecunda y siempre provocadora. Preguntar por el
significado de nuestro nombre se vuelve una actividad inusitada, sagaz, y hasta
subversiva hacia nosotros mismos.
Nuestro nombre -definitivamente- es una cadena de sonidos que
nos pertenecen de manera azarosa y que nos identifica como seres humanos.
Indagar por los sonidos a los que respondemos de manera mecánica es sin duda
uno de los mayores enigmas que tiene nuestra existencia.
¿Qué significa nuestro nombre?
“Nombre: Palabra que se daba
por señal secreta para
reconocer
durante la noche a los amigos,
haciéndosela decir.”
Diccionario RAE
La pregunta sencilla de qué significa nuestro nombre, desencadena
situaciones de absoluta extrañeza. Muchas personas llevamos años con el nombre
a cuestas y no sabemos qué significado tiene. Afortunadamente con deletrear en
la internet “el significado de los nombres” nos asomamos a un mundo lingüístico
desconocido, increíblemente novedoso para el entendimiento de muchos.
Seguramente nuestros padres no acudieron y mucho menos partieron de un
banco de significados para ponernos el nombre, pero lo que ellos –seguramente-
desconocían es que nuestro nombre significaba algo. Con la búsqueda del nombre
de cada cual, la sorpresa siempre aparece y aquello tan básico como tener
nombre se vuelve una investigación movilizadora, cómica y trágica, que suscita
risas genuinas y hasta nerviosas. Generalmente desconocemos lo referente a
nuestro nombre, este común y recurrente olvido no es casual.
Muchos de nuestros nombres provienen de historias lejanas, todos y cada
uno contienen significados ocultos, con atributos que provienen de lógicas y
semánticas extrañas. La ternura, la compasión y el amor aparecen con frecuencia
en los nombres femeninos (seré motivo de burla de mis amigas feministas) y la
fuerza, el poder y el héroe épico ganador de una campaña surge para exaltación
de muchos (esto si les va a gustar a mis amigos).
En este momento también la incredulidad aparece. El nombre personal se
convierte en un gran acertijo, un suceso que no se alcanza a comprender y que
muy seguramente muy difícil será de interpretar. Desconocemos tanto de nosotros
mismos que da hasta pena compartirlo con los demás. Los silencios se vuelven
testigos súbitos. La sorpresa nos deja escépticos. En mi caso; Esteban viene
del griego “Stefanos” y significa “coronado”, como lo dije antes, era mejor no saberlo.
¿Cuál fue la motivación para poner el nombre?
“Motivación: Conjunto de factores internos o externos
que determinan en parte las acciones de una persona.”
Diccionario
RAE.
Las razones de por qué nos llamamos de una forma y no de otra es parte
del enigma de nuestra existencia. Generalmente se acude a los padres para
tratar de entender el motivo de dicha inquietud. Salen resultados de
toda clase.
La historia una y otra vez se repite. Muchos llevamos personajes de la
farándula, aquellos personajes públicos, lideres globales, pero sobre todo
cantantes, infinidad de músicos, aparecen con frecuencia. La música está ligada
a nuestra existencia.
Algunos portamos apelativos de seres perdidos en el olvido, sonoridades
impronunciables, indeletreables y hasta desconocidas por nosotros, pero no para
nuestros padres. Un personaje del cine, una protagonista de novela, un héroe
nacional, son oportunidades que nuestros padres no desperdiciaron.
Para mi asombro aparecen muchos nombres masculinos en Hebreo (David,
Mario, Manuel), inglés (Jhon, William o Alex) y en alemán (Carlos, Enrique
Alvaro), otros en ruso (Ivan, Vladimir), pocos en italiano (Adrian, Jerónimo) y
por increíble que parezca, muy pocos en francés (Pierre o Didier). Se explica
por la influencia que estos países han tenido en nuestro contexto. Comúnmente
son nombres que se escriben de una manera en su lengua original y al ser
interpretados en nuestro castellano se trascriben fonéticamente, tal cual
suenan. Tenemos nombres que son difíciles de pronunciar y escribir en
castellano. No olvido encontrarme con muchas Leidi di, algunos James, e incluso
hasta un Usanavy hay en mi indagación.
Emergen tributos a seres que murieron en la época de nuestro nacimiento,
y que nuestros padres desearon mantener en el recuerdo. Como si estuviéramos en
una penumbra permanente, en un purgatorio o en una película lenta de suspenso,
los fantasmas de toda una genealogía de tíos, abuelos o personas queridas van
desfilando por nuestros nombres.
Todo un análisis aparte requiere hacerse con aquellas personas que
obtuvieron el nombre de su padre, que a su vez heredó el de su padre y así de
manera indefinida. Una arqueología mayor debe hacer esa persona para entender
la motivación de dicha herencia, pues alguien tuvo que haber iniciado esa
cadena perpetua.
En cambio, especial interés me genera cuando, en nuestros nombres,
aparece una constelación de amores de nuestros progenitores. Estos melodramas
perpetuados eternamente en los nombres son interesantes: ¿Por qué una novia
anterior o un amante de nuestros padres aparecen en nuestros nombres? La
continua emergencia del deseo aparece, la subjetividad, lo no resuelto es algo
fascinante para una trama o un guion de nuestro arquetipo más profundo.
Irremediablamente, querámoslo o no, el nombre expresa el deseo de nuestros
padres. el nombre encarna lo que los padres querían de nosotros, como
si fuéramos una reencarnación de ese otro ser, una imitación, un
calco, o una mención perenne.
En ocasiones aparecen las disputas entre los padres por poner el nombre.
A veces la discusión es –aparentemente- solucionada poniendo ambos nombres,
formando nombres compuestos y dejando la discusión en tablas. En Argentina es común encontrar dos nombres
poderosos formando uno solo -como un monstruo de dos cabezas gobernando el
mismo cuerpo - ídolos del fútbol lo confirman: Diego Armando, Gabriel Omar,
Diego Pablo. Pero lo fácil, en este caso no es la solución. Con el tiempo, cada
padre sigue nombrando a la persona sólo por el nombre que le puso. Los nombres
compuestos se vuelven un magnifico escenario para conocer las familias, las
negociaciones y hasta los conflictos no resueltos. En cambio de Argentina, en
Colombia las personas escogen uno de los nombres compuestos, y al otro lo
relegan al olvido. Negarlo también es parte del enigma del nombre.
Con increíble frecuencia, tenemos problemas con nuestro nombre, lo
escondemos, lo evitamos, quisiéramos cambiarlo. La cuestión es que es muy
sencillo hacerlo, simplemente es ir a una notaría y hacerlo. ¿Por qué seguir
cargando toda una vida con esa molestia? Generalmente nadie se cambia su
nombre. Conozco muy pocos que se lo han cambiado, incluso, conozco más cambios
de apellidos que de nombres. Lo que si percibo con frecuencia es que muchos
cargan un lastre eterno sin interés alguno por solucionarlo.
¿Quién era ese personaje del que heredé el nombre?
Herencia: Rasgos morales, científicos, ideológicos que,
habiendo caracterizado a alguien, continúan advirtiéndose
en sus descendientes o continuadores. Diccionario
RAE
El nombre posee no sólo la fuerza sino también el poder de imprimir la
naturaleza del ser que evoca. Son motivo de una pesquisa en estas líneas los
atributos del personaje del nombre que se heredó. Las cualidades de la persona
cuyo nombre es el original son oportunidades o también cargas para el que las
asume. Aquí también se dan tensiones, pues el deseo de los padres es uno, y a
lo largo de la experiencia se le va dando gusto o disgusto a ese deseo paterno
o materno.
En Colombia, por ejemplo, damos nombres muy cercanos a la religión
dominante. Nuestros nombres están colmados de santos, santas o personajes
provenientes de la tradición judeo cristiana. Esa característica es notada
fácilmente por los extranjeros, dada la reiteración de los nombres y la
sonoridad de los mismos. Somos hijos -querámoslo o no- del calendario
santoral.
También hay nombres que son epidémicos en diferentes momentos de la
historia nacional y que después se van quedando adosados a un momento
coyuntural del país. Por ejemplo, la aparición de personajes en el mundo, como
Papas o Reyes, dieron oleadas de nombres reiterados en las notarías de país.
Tengo muchos amigos llamados Juan Carlos, cuando aparece alguno en la charla,
se cuántos años tienen gracias al Rey Juan Carlos I de España.
De todas maneras, las modas son innegables, pero las razones de un
nombre u otro exigen respuestas un poco más elaboradas. Lo que queda claro es
que motivos como ese nombre “gustó”, o “parecía bonito” ya no son tan
aceptadas. Existen razones mucho más profundas que ese carácter estético del
nombre, lo que hay es encontrarlas, entenderlas y si es posible asumirlas con
toda la fuerza. En definitiva, si no conocemos al personaje que tenía el nombre
original hemos venido desperdiciando una gran posibilidad: una existencia más consciente.
¿Cómo he sido nombrado a lo largo de mi historia?
Luego de descubrir las características
de la persona que encarnamos, nos adentramos a los usos que ha tenido. En
nuestro país, es común alterar los nombres y cambiarlos. Muchas veces se
reducen, se extienden o son oportunidad para inventar nuevas sonoridades.
No hablaré mucho de los apodos, pues
amerita todo un nuevo tratado al respecto. En Colombia son muy comunes, y se
vuelven una manera diferente de nombrarnos, para rehacernos, escondernos o
muchas veces para labrarnos una nueva existencia. El hampa, las bandas y
curiosamente los jugadores de futbol (no se por qué) están plagados de estos
nuevos nombres que asumimos queriendo o sin querer.
Adentrémonos más bien a las sonoridades
que nuestro nombre ha tenido, esto nos acerca a traer a colación las diferentes
maneras de ser amados y nombrados a lo largo de nuestra historia. Pregunto por
los usos que ha sufrido nuestro nombre, por cómo somos nombrados por seres
queridos a lo largo de la vida. Los gestos y las caras se transforman a medida
que la gente nombra los distintos usos de su nombre. Es fácil percibir relaciones
cercanas, estrechas y casi íntimas a partir de pronunciar el nombre de una
manera determinada.
En este momento a veces recurro a si
quisieran ser llamados con otro nombre. ¿Qué nombre se pondrían? Diferentes
nombres salen de manera espontánea, otros deciden continuar férreamente con su
nombre. Aquí, un saludo espontáneo generalmente termina con risas y un sopor
generalizado emerge por haber transitado por insondables regiones ocultas de
nuestra existencia.
A modo de conclusión
Luego de toda esta actividad, donde
como digo, he tratado de conocer a las personas, lo que he generado son
extrañezas propias. Al preguntar por situaciones que son del resorte
personal y privado, concluyo que el nombre es uno de nuestros mayores enigmas y
también la ventana para conocer un poco más de nosotros mismos, de aprender
sobre nuestra inacabada historia, la cual no se delimita a la edad que tenemos,
se remonta a épocas remotas gracias a nuestro nombre.
El nombre es una perfecta excusa para
traer a colación narraciones lejanas, conflictos de nuestros antepasados que se
recrean en nuestra vida. Con nuestros nombres encontramos que tenemos a cuestas
toda una carga familiar, es preciso reconocer dicho peso histórico, admitirlo para aliviarlo y empezar a
tener mejores explicaciones de nuestra existencia a partir de conocer un poco
más de nosotros mismos. ¿Cómo será entonces conocer de nuestros apellidos? eso
sería motivo de una fantástica arqueología personal profunda.
Amigo lector, para una próxima vez, al
dar un apretón de manos recuerde imprimir la fuerza de su historia transmitida
al pronunciar su nombre. También haga el esfuerzo por recordar el nombre de las
demás personas, muchas puertas del pasado, pero también del futuro se pueden abrir al hacerlo.
Gran filósofo y escritor.Uno nuca se detiene en estas disquisiciones para saber el origen de su nombre y menos de su apellido,cuando más uno curiosea el árbol genealógico
ResponderEliminarFelicitaciones por tan detallado análisis
Gracias Juan Manuel por tus palabras. saludos después miraremos lo del apellido.
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