POMPEYA - LA BELLEZA DE UNA TRAGEDIA

POMPEYA - LA BELLEZA DE UNA TRAGEDIA 

¡El vesubio va a explotar! – lo predijo el oráculo y nadie le puso atención.  

Hace 2700 años, al pie de una montaña "apacible", los etruscos fundaron Pompeya. Durante 700 años fue creciendo y cambiando de manos, de Etruscos a Samnitas, de Oscos a Sybaritas, de Griegos a los mismos Romanos. Era pues un próspero puerto sobre el rio Sarno donde abundaba el esplendor, el derroche y la pompa de muchos pueblos superpuestos.

En el año 79, el 24 de agosto -dicen unos-  o el 23 de noviembre -sostienen otros - el Vesubio explotó y la esplendorosa Pompeya desapareció. Lo primero que sintieron sus residentes fueron ruidos, temblores y fuegos. Luego los gases, las cenizas y el mismo magma cubrieron kilómetros de extensión con su abrazador avance. Herculano y otras poblaciones pequeñas también sucumbieron. Posteriormente el olvido hizo lo suyo, siglos después nadie recordaba lo que había sucedido

Durante 1700 años la ciudad permaneció enterrada, desapareció de la conciencia y de la memoria. A pesar de que Plinio el Joven la narraba en sus cartas, no se sabía a ciencia cierta si hubiese sido real. Pompeya estuvo 17 siglos en forma de cuento, de ficción; fue, lo que hoy para nosotros es la Atlántida: un misterio sin resolver, tan sólo un mito. 

En 1748 la topografía de toda una ciudad se descubrió y desde entonces empezó a emerger otra época, una descripción lo más exacta de una arqueología. Para fortuna nuestra, una ventana al pasado se destrabó, un espectáculo a cielo abierto apareció y una narrativa, como pocas, a venido emergiendo.    

En el 2017, visité sus ruinas junto a mi familia. En un día caluroso, que recordaba la calcinada desaparición, al pisar sus calles, transitar los andenes, traspasar sus puertas e ingresar a las casas, nadie supondría que un monte tan amigable y apacible podría generar semejante desastre. Todo lo que se siente y observa quedó intacto, el volcán preservó para nuestro horror y estupefacción una época, una cultura, una humanidad enaltecida.  

El Vesubio -como si fuera un léon enardecido- rugió y desaparecieron 15 mil personas. Templos, coliseos, enseres e incluso personas quedaron preservados en el tiempo. Pompeya es hoy una ventana a la belleza de otra época, una puerta de entrada a una tragedia. A mi, de inmediato me trae a la memoria al pueblo llamado Armero de hace 30 años. el que algún día desenterraran para espectáculo de otros visitantes. 
  
Gracias a esta sentencia de la naturaleza, Pompeya -antes- y Armero -ahora- ratifican que no nos queremos dar cuenta que hay fuerzas muy poderosas al acecho. Seguimos antes y ahora sin darle crédito a las claras advertencias del medio ambiente, otros rumbos rigen este planeta, y nosotros -los ingenuos seres humanos- nos seguimos creyendo amos y señores de esta fragilidad.  


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