CONCURSO DE CUENTOS INFANTILES PALABRARIO & NUMERARIO CALI 2018
Discurso leído en la entrega de ganadores del CONCURSO DE CUENTOS INFANTILES PALABRARIO & NUMERARIO 2018
ICESI - DIC. 5 DE 2018
CONCURSO DE CUENTOS INFANTILES PALABRARIO & NUMERARIO 2018
Los pequeños grandes escritores
Desde la fundación Scarpetta Gnecco quiero contarles la
experiencia de leer 140 cuentos infantiles de Palabrario & Numerario 2018,
los cuales serán premiados por las mismas instituciones.
Con estos 24 cuentos ganadores, los que he tenido el
privilegio de leer, me queda la mágica sensación de haber estado reunido con
pequeñas grandes personas en donde no importó su edad cronológica. Con su
escritura discurrí el velo a lo qué sienten, qué piensan, qué elaboran, qué viven
y sobre todo cómo escriben o mejor describen -en clave de ficción- el tiempo
que estamos viviendo. Son unos verdaderos relatores de una región y un país que
nos está costando -sinceramente- habitar y transformar.
- · ¿Quién dijo que los niños no escriben? ¿Quién?
- · ¿Quién dijo que no sienten? ¿Quién?
- · ¿Quién dijo que no son protagonista de este presente azaroso e incierto? ¿Quién?
Permítanme resolverles las impresiones que me ha dejado este
ejercicio, nada sencillo y más bien crudo, por sus matices dramáticos.
Nuestros
niños sienten. En sus relatos comprenden al plasmar las emociones más
intensas como el destierro, el desarraigo, la tristeza, la amargura, la
desesperanza y la muerte misma. Son capaces de captar la vida ambigua en las
ciudades, tan solitaria como aglomerada. Narran lo que sucede cuando nos alejamos
de la naturaleza, del verde, del campo, del olor de las frutas frescas y las
verduras recién recogidas, de los animalitos que sienten mejor que las personas.
Captan el amor y el desamor entre los padres, la tragedia de la violencia en
todas sus vertientes.
Nuestros
niños saben dónde están, que está pasando con el mundo, perciben el
desastre ambiental. Pero con sus ideas sanadoras mejoran este mundo, al que le
cuesta cambiar sus prácticas depredadoras.
Nuestros
niños piensan. Son capaces de entender que hay un otro lector, también
susceptible de entender lo que dicen. Pueden ponerse en sus zapatos, mantienen
la tensión en sus relatos, asumen el conflicto como clave de aprendizaje, nos
llevan y transportan a otros mundos, espacios y tiempos posibles gracias a sus
ideas. Pueden y son más que capaces de generar ficción.
Nuestros
niños elaboran. Saben a ciencia cierta qué está pasando, comprenden los
conflictos, captan las situaciones, entienden las querellas y sobre todo, a
veces mejor que los adultos, plantean soluciones a los conflictos que viven,
desde desenlaces utópicos, pasando por los sensatos hasta los mejor elaborados.
Nuestros
niños redactan. Tienen la posibilidad de manejar los tiempos de la
narración, desde el pasado, el presente e incluso lanzarnos al futuro con
cierta antelación. Planean y preven lo que el otro va a sentir. En el relato, por corto que sea, van llevando
el proceso y lo sueltan a la mitad, para que el lector piense lo que quiera y
desarrolle su propia idea, elaboración o trama por inverosímil que parezca.
Nuestros
niños no tragan entero. Saben quién es quién, quien los quiere, quien los
odia. Quien vela por su futuro, quien los destruye. Intuyen la flaqueza de los
tibios o la grandeza de los simples. Entienden que para vivir en sociedad
debemos corresponder las emociones, enfrentar los conflictos y transformar tanto
destino incierto. Son éticos, buena gente, capaces de mostrarse tal y como
piensan, sin disimulos, sin tapujos, con o sin misterios. Entienden que la
escritura es, más que un panfleto, un vehículo de movilización y de realización
humana.
Nuestros
niños escriben. No importa la edad, los niños captan lo que les rodea y lo
plasman en los renglones. Garabatean, dibujan y algunos se explayan en la
erudición más profunda. Son capaces de enfrentar una idea y desenvolverla en un
trozo de papel. Son aptos para cualquier concurso de escritura, eso sí siempre
y cuando haya un buen motivo.
Nuestros
niños viven, sobreviven, surgen y resurgen. Aquellos que han vivido
situaciones catastróficas, emociones altamente desestabilizantes, pueden
traducirlas en su diario palabrario, son resilientes de este pedazo de mundo
condensado en un cuaderno. Los niños no ocultan sus sentimientos, los plasman
magistralmente en sus escritos, son transparentes, emotivos, son cívicos, son
capaces de salir de sus propios intereses y poner los intereses colectivos por
encima de los propios.
Nuestros
niños sueñan. Son conscientes de la transformación que debemos tener para
enfrentar el mañana, desde el trampolín que es la escuela son capaces de mirar
hacia el cielo y escudriñar el futuro incierto. Sin duda pueden ficcionar,
narrar y elucubrar. Pueden mirar tanto con criticidad como con esperanza y con
la escritura -como motor de sus alas- podrán enfrentarse a tanto monstruo
acechante.
Son y seran capaces de pasar la página y ver un país mejor,
una comunidad posible, una escuela: donde se pueda dar una educación que
permita soñar.
Con este ejercicio de 1400 cartas, ratifico que la escritura
es un encuentro sensible, elocuente del tiempo que estamos viviendo. La
escritura nos permite entender mejor lo que estamos sintiendo. Que más podemos
pedirle a los trazos personales escudriñadores, reparadores y resilientes.
- · Con estos textos conmovedores me quedo yo.
- · Con estos pequeños grandes escritores me quedo yo.
- · Con estos docentes que han hecho que todos estos niños escriban me quedo yo.
- · Con estas instituciones que buscan talentos en sus niños desde las edades más pequeñas me quedo yo.
Muchas gracias a todos por ser transformadores de destinos,
los invitamos a que sigan alentando el proceso escritural. Más allá de la
forma, encuéntrense con lo que quiso decir el estudiante. Lean el texto en
clave de afecto y de valoración. La escritura esconde tragedias personales insospechadas,
recíbanlas como un acto confidente, como yo lo he hecho en estas horas de
encuentro, mas que con la ficción, con la realidad humana: tan pocas veces cómica,
tan muchas veces trágica.
Esteban
Ortiz
Cali,
diciembre 5 de 2018.
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