CONTRA LAS ARMAS
CONTRA
LAS ARMAS
Por
Esteban Ortiz
Abril 2019
Para entender las guerras, los holocaustos, o
al mismísimo Tánatos -Dios de la destrucción-,
el arte ha sido un vehículo apropiado -por no decir necesario- para espantar los malos espíritus y abrir una pequeña ventana a la comprensión. En mi caso, es necesario acudir a lo simbólico para entender el presente, incomprensible, pasajero y muchas veces absurdo.
Debido a mi permanente inquietud sobre el presente, a esta experiencia inacabada de respirar a conciencia, sigo buscando comprensiones más allá de las noticias. Por algún extraño interés -algo mórbido sin duda- he visitado algunos monumentos que se han erigido para exorcizar los lugares donde la muerte ha pasado dejando una estela de horror.
Debido a mi permanente inquietud sobre el presente, a esta experiencia inacabada de respirar a conciencia, sigo buscando comprensiones más allá de las noticias. Por algún extraño interés -algo mórbido sin duda- he visitado algunos monumentos que se han erigido para exorcizar los lugares donde la muerte ha pasado dejando una estela de horror.
Por ejemplo, en Berlín transité por el homenaje a la tragedia judía, más de 6 millones de
muertos en la segunda guerra mundial. Visité Nueva York en su testimonio a las
casi 4000 personas que cayeron junto a las torres gemelas. Y este año en Bogotá
estuve en el Contra Monumento, un espacio breve, un intersticio que intenta
crear una memoria a lo que ocurrió en nuestra nación, con más de 8 millones de víctimas.
"Fragmentos" se llama este lugar, ubicado en el centro histórico de Bogotá. Un área limpia, que parece una galería de arte inmaculada, un espacio reflexivo para acercarse a la guerra que nos empobreció durante décadas, poniéndonos trabas mentales para nuestro desarrollo.
Entender este recinto es complejo, pues no fue erigido para conmemorar una victoria o una derrota, no es de alguno de los bandos, ni de los vencedores y menos de los vencidos. Es un intento de ponernos a todos en un mismo lugar, en un espacio común. Se parece más un lugar de reflexión, una zona de transición en blanco sin iconos visibles a simple vista, bastante minimalista. Repito es un ámbito para meditar, más un lugar de perplejidad o un recinto de pensamiento.
"Fragmentos" se llama este lugar, ubicado en el centro histórico de Bogotá. Un área limpia, que parece una galería de arte inmaculada, un espacio reflexivo para acercarse a la guerra que nos empobreció durante décadas, poniéndonos trabas mentales para nuestro desarrollo.
Entender este recinto es complejo, pues no fue erigido para conmemorar una victoria o una derrota, no es de alguno de los bandos, ni de los vencedores y menos de los vencidos. Es un intento de ponernos a todos en un mismo lugar, en un espacio común. Se parece más un lugar de reflexión, una zona de transición en blanco sin iconos visibles a simple vista, bastante minimalista. Repito es un ámbito para meditar, más un lugar de perplejidad o un recinto de pensamiento.
Resalta en él su conjunto: una casa derruida. Dentro
de ella existe una estructura moderna, con grandes ventanales que permiten ver un asomo de jardín en el medio. La casa en ruinas y el pequeño jardín son el escenario para
presentarnos al piso: el inerte protagonista de este lugar.
Realmente la motivación de cualquier visitante es ver el
piso. Una plataforma fría, metálica, de un color extraño, de un gris
profundo y arcano. Color que sólo he visto en las cuevas, en la profundidad de
la tierra misma. Este piso es el narrador -a mi modo de ver- de esta cuadrícula
24x24 (las conté); es la primera persona de este intento de registro y de memoria.
El piso es el resultado de lo que luego se narra. En medio
de la casa se encuentra una sala de proyección rotativa que nos cuenta el significado
de lo que estamos presenciando. En este vídeo de 20 minutos se explica
el origen de este espacio, se identifica el antes, lo no visto, su por qué. Aparece el largo proceso de
paz de 5 cinco años, la desmovilización de la guerrilla de las FARC, la entrega de las armas,
el fundido de las mismas y el volverse una base de placas de metal. Ahora si: la
casa en ruinas, el jardín, las paredes blancas y el piso metálico empiezan a conectarse y a darle sentido a esta experiencia dubitativa y artística, que muchas preguntas y sensaciones plantea.
En media hora de ejercicio pasivo, pero sensorial y narrativo, muchos silencios
y dudas emergen. Se ve en esta casa fragmentos de una nación que somos, una
sociedad dividida en trozos inconexos, irreconciliables, capaces de iniciar
conflagraciones en cualquier momento. Al parecer, no hemos entendido la
devastación en la que estuvimos y en la que seguimos. Esta casa, a modo de nación, se mantiene
en ruinas y no nos hemos puesto a reconstruir el país en el que vivimos,
seguimos en la página de la estupefacción.
Espero, que en este país encontremos una ecuación
social igual a la propuesta artística que nos muestra Doris Salcedo en este
espacio de reflexión insuficiente. Un homenaje a la devastación, a la ruina de
muchas generaciones de Colombianos que cayeron. Un recordatorio del silencio
cómplice, al miedo de las víctimas, a las sombras de la guerra que nos oscurecen el
presente y obnubilan el futuro.
Busquemos salidas a este embrollo social, pasemos a la acción. Colombia es
nuestro piso, reconozcamos donde estamos parados y avancemos en reconstruir una
nación atravesada por las armas. Caminemos con mirada crítica y sentido histórico este país
para que nos veamos las caras de estupefacción, de pendejos, o de idiotas útiles
que hemos sido de la guerra. Por mi lado seguiré creando pisos para que muchos
puedan habitarlo, con autodeterminación y confianza sin la amenaza de una confrontación bélica. Seguiré
soñando el día en que las armas se fundan y vuelvan a la caverna de las que nunca debieron salir.
Bogotá, abril de 2019.
Para más información : http://www.museonacional.gov.co/micrositios1/Fragmentos/index.html
Bogotá, abril de 2019.
Para más información : http://www.museonacional.gov.co/micrositios1/Fragmentos/index.html
Comentarios
Publicar un comentario