Carta mis Hijos - introducción al texto INDIFERENTES HEMOS SIDO

 

Carta a mis hijos

Martin y Nicolás:

Tengo 50 años y veo que estamos viviendo momentos exaltados, donde una revolución social se enciende en las calles de las ciudades colombianas, a mi edad les confieso que yo también vivo unos tiempos mentales difíciles. Para no sucumbir ante el decaimiento y en una desazón continua, me he refugiado en intentar recordar cómo descubrí en qué país había nacido. 

Precisamente aprovechando el encierro impuesto, me he dedicado a esculcar y a identificar cuando me di cuenta que desconocía toda una Colombia oculta. Hasta los 16 años vivía en una confortable burbuja. Por fuera de ella, sentía un país que palpitaba diferente y que sonaba distinto al relatado por mi familia, por los medios de comunicación e incluso por mi grupo de amigos del colegio. 

Por esa época, me enfrenté a la necesidad de ver a través de las ventanas seguras y protegidas en las que vivía.  Al sacar la cabeza, encontré un país inmenso, poderoso, masivo, incompleto y deficiente. Entendí varias de las razones de tanta desazón, de tanta inconformidad. La misma sensación, letanía que hoy camina entre nosotros.

Ahora bien, si consideran salir corriendo, dejar el país, tirar todo por la borda y huir de este caos les entiendo. Huir siempre es viable, el tema es que los problemas -tarde que temprano- los volverán a alcanzar. Sin embargo, otra posibilidad persiste y es impulsarse a ver el país, a caminarlo, a asumirlo, a encararlo. Mi arrojo fue inmiscuirme en lo que no entendía. Dar un salto al vacío hacia mi propia incertidumbre. Más que elevarme, para mi ha sido -desde entonces- un descenso incierto a las profundidades de un país burbujeante. En la caída, llena de vivencias y visiones en espiral, me he encontrado un panorama desenfocado, y bien desorientado, padeciendo de los malabares propios de los que intentan -igual que yo- salir adelante. Durante toda esta sucesión de imágenes ha habido una constante, una nación en una pugna eterna. 

Lo que les contaré hace parte de mis nacientes vivencias juveniles. Con estas palabras, trataré de entender y explicarles lo que me ha hecho residir en Colombia. Les contaré el significado que tiene ayudar y de lo que implica que seamos unos seres sociales sensibles ante el sufrimiento, el hambre, la falta de educación y sobre todo la falta de esperanzas que tienen tantos jóvenes en este país. Yo también fui joven y justo en esa época nació en mi una gran insatisfacción. Tenemos todos ese rasgo común. 

Espero alumbrarles el camino que inician en esta Colombia tan convulsionada como diversa. Al escribirlo he entendido mejor el tiempo que me tocó vivir. La conciencia social se puede aprender en casa, y en mi caso, la aprendí en las vivencias sociales por fuera de ella, las que obtuve en el colegio a su misma edad y que me abrieron el camino de una vida en función de las acciones para mejorar este territorio insondable. 

En pleno descenso y con mi luz, 

Esteban

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