Es el colectivo, no el individuo

 Es el colectivo, no el individuo

 

“¿Cómo Voy YO?” Es una expresión popular en Colombia, la usamos mucho en relaciones de todo tipo.  Aparece espontáneamente en ámbitos privados y políticos. En los convenios entre particulares, pero también en los chantajes de contratos amañados, en la corrupción en lo público y también en lo privado. Donde prima el interés personal sobre el conjunto. -“¿Cómo ganó?, ¿Qué me llevo? Te ayudo con eso y a cambio pido tanto dinero”. 

 

El tema es amplio y profundo en el país. Se podría pensar qué es un problema derivado de una falta de ética, de una sociedad buscando sobrevivir de cualquier manera, con unos incentivos sociales que no alientan a existir de forma honesta, con hampones y corruptos que se pasean orgullosos de sus triquiñuelas, de un gobierno ineficiente que llena los bolsillos a los mandatarios de turno o de unos contratistas de estado que roban y estafan con su incumplimiento al erario. 

 

Miremos las causas. Indistintamente de si es un tema de una sociedad corrupta o de personas egoístas, creo que el problema redunda en que la educación hace muy poco o nada para ayudarnos a salir de este embrollo social. Durante años, la educación se ha centrado en la formación de la persona, precisamente ha contribuido, queriéndolo o sin querer, a la formación de un Yo, valga la redundancia, egoista. 

 

Por ejemplo, y tal fue mi caso, en los años 80 y 90 imperó en Colombia un modelo de educación personalizada. Consistía en que cada estudiante debía encarar a su ritmo y a su manera su proceso educativo. Teníamos una gran disposición de maestros, libros y materiales y solo debíamos levantar la mano para pedir ayuda y autoeducarnos. El problema es que terminó siendo muy simplista y muy pocos salían adelante, la demanda era baja y la mayoría de los estudiantes no usábamos los materiales, era un completo desperdicio de recursos, donde imperó la ley del menor esfuerzo.

 

La enseñanza personalizada pasó sin pena ni gloria. Ahora, la educación por competencias, por proyectos, el modelo tal o cual se han quedado cortos, pues no se enfocan en formar el colectivo, sólo piensan en formar individuos. Y claro que la educación es más que la relación aislada de un maestro y un estudiante, de un padre de familia o un hijo, de un entrenador y un atleta. 

 

Por esto la estrategia es la que debe imperar, son los grupos los que salen adelante, los que con su articulación se proyectan hacia un futuro más promisorio. Somos una raza gregaria, dependemos los unos de los otros, no basta con que se tengan buenos maestros, si los estudiantes no se promueven mutuamente, no basta con tener una buena biblioteca, o unos insumos básicos para estudiar si no tenemos una clara referencia de para qué hacerlo. Los contextos son los más importantes a la hora de dar resultados. De ahí la importancia de definir un proyecto educativo común, pocas instituciones lo siguen, lo incorporan o lo llevan a la práctica. 

 

Por el contrario, necesitamos garantizar que todos los estudiantes accedan a un nivel superior de lo que la cultura, la familia y las perspectivas sociales tengan como propósito, futuro y logro. Eso sólo se consigue en pensar en modo estratégico, en dejar de ver el árbol (el estudiante) para ver el bosque (la familia, la escuela o la cultura). Y esto significa que debemos poner el ojo en las comunidades que aprenden, en familias que trascienden, en colectivos que se impulsan mutuamente, y es precisamente ahí donde se busca que el ímpetu educativo ponga su atención, no en el individuo -repito- sino en el colectivo. 

 

Es necesario dejar de pensar en cómo exclusivamente un niño o un estudiante salen adelante. Es pensar cómo todos salimos adelante, cómo nos desarrollamos todos. Y en definitiva, creo que la educación (en todas sus vertientes incluido el trabajo) debería preocuparse en serio y de una vez por todas en ayudarnos a salir de la expresión cotidiana y poco estratégica de ¿Cómo Voy Yo?

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