MEJORAMIENTO DE LA CALIDAD EDUCATIVA (parte 2)

MEJORAMIENTO DE LA CALIDAD EDUCATIVA (Parte 2) 



Con las pruebas del ICFES no sólo empezó a mirarse el impacto que tienen los docentes y sus métodos en los resultados del aprendizaje, sino que también se vieron los efectos que tienen las instituciones en el desarrollo de los estudiantes. Gracias a que el ICFES no solo presentaba resultados individuales sino también tendencias grupales.

Con una medida estadística como la varianza se demostró que algunas instituciones mostraban resultados más compactos y homogéneos, mientras que otras presentaban resultados diversos y heterogéneos. Esto permitía inferir que la institución con alta varianza era el resultado de esfuerzos disímiles, y no tan articulados, como cuando se registraba que el éxito de algunos estudiantes se veía reflejado por contextos formativos diversos, en los cuales la escuela no era la única protagonista.

En otros casos, en instituciones con resultados poco alentadores, pero con una baja varianza o más homogénea, se lograba predecir que mejorar era posible gracias a la mayor influencia colectiva que había. Dejaban claro que si se mejora la institución como tal, sus integrantes también lo harán; fue así como se le otorgó una especial importancia a la institución, incorporando en un todo a los equipos de docentes, directivos y comunidades y con ello se incursionó en una dimensión antes desconocida: la institucionalidad. Las dinámicas del aprendizaje colaborativo pasaron a marcar diferencias, precisamente por trascender la simple articulación entre los docentes y entrar a compenetrarse y adentrarse en esa maraña inextricable de elementos que impactan en la calidad de la educación.

La institución educativa, en su conjunto, empezó a cobrar relevancia en la manera como impulsa, motiva y alienta a los estudiantes o, en su defecto, en la manera en que se frena su desarrollo. Frente a la necesidad de darle más autonomía a las escuelas, nacieron los Proyectos Educativos Institucionales -PEI-, quienes buscaban darle la autonomía necesaria a las instituciones para formar la educación que se quisiera en cada una de ellas. Con la libertad, surgieron también las malas prácticas. Algunas escuelas contrataban el diseño de su PEI a personas externas de la realidad educativa, para cumplir con lo básico de la norma.

Afortunadamente algunos PEI se volvieron ejemplares por su estructura, solidez y permanente rediseño. Empezaron a aparecer instituciones que les iba bien en los resultados y sobre todo que tenían en el PEI su correlato. Se encontró que los proyectos definidos entre todas las comunidades inmersas en el aprendizaje tenían efectos claros en la formación de los estudiantes; la confluencia de intereses, la realización de diagnósticos colectivos y la definición de metas compartidas vinieron a marcar diferencia en las formas de abordar el mejoramiento de la calidad educativa.

Pudo entonces constatarse que partiendo de un modelo educativo no impuesto sino más bien construido entre todos, era el camino por el cual las instituciones podían mejorarse. Un PEI propio, así fuera en proceso, puede ser la fuente de inspiración para un grupo de docentes. Ponerse de acuerdo previamente puede ser mejor estrategia para la convivencia que esperar el cumplimiento de normas producidas por unos pocos. Directivos docentes con mística, docentes trabajando en equipo y familias involucradas con la crianza daban entre todos mejores resultados en comparación con aquellas instituciones en las que la institucionalidad y el trabajo colectivo estaban ausentes.

Debemos comprender que los docentes en Colombia a duras penas se forman en su disciplina curricular y en el camino van teniendo que administrar recursos y coordinar a otros docentes, de buenas a primeras, sin contar muchas veces con las competencias mínimas y con el paso del tiempo, en idénticas circunstancias de precariedad, llegan a ser nombrados directivos docentes, coordinadores, orientadores y hasta rectores; y al final del ciclo, esa falta de preparación viene a cobrar la factura que se traduce, precisamente, en bajos resultados educativos.

Para salir adelante con altas probabilidades de éxito, un directivo se formará en la capacidad de liderar, transformar, irradiar e inspirar a toda una comunidad, partiendo de la base de sus propias competencias, en su triple componente: carismático, pedagógico y también administrativo.

Como lo estamos viendo en este análisis, cualquier iniciativa que se tenga para mejorar la calidad de la educación, no sólo debe comprender la formación del docente sino, también, el mejoramiento institucional, incluyendo su diseño institucional, su marco normativo y las gestiones de orden administrativo y pedagógico que le sean inherentes.

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