Jero - de la serie Historias Inconclusas
Jeró
Jerónimo nació un lunes. Su madre creyó que tenerlo en la casa permitiría regalarlo a los pocos días. Nadie notaría su ausencia, ni preguntarían quién era su padre, y nadie se aprendería su nombre: Jerónimo era el último de sus cinco hijos, el menos deseado. Desde el comienzo fue alguien que no haría falta después.
A pesar de su origen era un sobreviviente. Su madre se negó a amamantarlo, las vecinas quienes se enteraron en masa de su existencia, se turnaban cuidarlo. Las recién paridas lo amamantaban. Aprendió a su corta edad a cogerse de cualquier teta. También supo reconocer la lecha agria de una mala mujer y disfrutaba los tiernos fuidos de una madre bonachona. Generalmente daba con buenas madres. Aquellas que no lo eran, las espantaba con sus gritos.
- “Parece dominado por un demonio- decían al salir.
Gateo rápido y a su corta edad se desplazaba con cierta agilidad por su pequeña habitación. Husmeaba los rincones, ojeaba por debajo de la cama, se hizo amigo de los objetos abandonados. Convivió con todos los insectos que llegaban. se volvió cercano de las cucarachas, las adoraba y cuidaba como propias. Hablaba con ellas . La vecina, que se entristecía por la situación de Jerónimo, venía a ver como estaba en su día a día. Miraba que este niño era diferente a todos los de su edad, su mirada expresaba algo diferente, todo lo quería conocer. Jerónimo hablaba poco, pero miraba mucho. Sus ojos eran penetrantes, profundos, inquisidores, hacia bajar la mirada a cualquiera.
Con asombro, no se sabe cómo ni cuándo Jerónimo aprendió a leer. Ya los 6 años, su madre ignoraba que su hijo -mas descuidado- sabía muchas cosas. El pequeño leía con voracidad una biblia que había sido dejada encima de unas cajas. Cada vez que podía devoraba aquel libro. No sabía que estaba ante una obra religiosa, todo lo que leía era desconocido para él, pero todo lo creía. Con el tiempo empezó a crear férreamente en las historias que allí se encontraba. Creía que todo lo que estaba contado en las grandes páginas era cierto. Para su fortuna toda las noches cerraba el gran libro.
Para sorpresa de todos, una noche la madre apagó la luz del cuarto sin percatarse que el gran libro estaba abierto. Ese olvido desencadenó la primera de las aventuras de Jerónimo.
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