Soy Natalia -La estudiante solidaria-
Soy Natalia
-La estudiante solidaria-
Luego de 20 minutos terminé de hacer mi trabajo en clase. Me voltee a mirar a mi alrededor y me di cuenta que mi vecino de pupitre estaba enredado y no había entendido qué hacer. Levanté la mano y le dije a mi profe:
- Ya terminé profe ¿Puedo ayudar a Richard?
La profe respondió:
- “Adelante Natalia, ayúdalo”.
Me acerqué a Richard, no sabía cómo abordarlo. No siempre los compañeros quieren que se les ayude, algunos se ponen bravos al decírselo. Existen muchos orgullosos que prefieren quedarse sin entender a pedir ayuda. Me he dado cuenta que pocos lo hacen y cuando levantamos la mano par preguntar los demás se burlan, nos dicen: burros, tontos. Y creo que ellos lo son más, yo prefiero entender.
A mi no me gusta que nos tratemos así. Pensándolo bien, en las clases somos bien bruscos en nuestra forma de relacionarnos. La otra vez la profe nos enseñó una palabra nueva: el desprecio. Desde que la oí me impresionó, en realidad no me gusta lo que significa. Prefiero su antónimo: el aprecio.
Para mi fortuna, tener una persona cercana con síndrome de down me ha abierto la mirada a que todos somos distintos. Por ejemplo, en clase algunos estudiantes hacemos las actividades a tiempo y muchos otros, como es común, se atrasan. También existen los “que no pueden”, los que nunca llegarán, así se lo propongan, a realizarla sin ayuda. Seguro mi tío, el de la discapacidad intelectual, pertenece a este grupo, los que nunca podrán llegar sin ayuda de los demás. Por eso cuando veo a gente en problemas trato de ayudar, me imagino a mi tío en líos, eso e inspira aún más. Pero como les dije, siempre primero pregunto si requieren ayuda.
En efecto, Richard no había entendido el problema de matemáticas, él pensaba que había que dividir y era al revés, al multiplicar era que se lograba el resultado. No creo que Richard, sea de los que vayan lento, mas bien creo que se mantiene distraído.
Mejor aún, creo poner mas grandes tal vez Richard no pone atención porque tiene hambre, su estomago está sin nada adentro otra vez. Me he dado cuenta que cuando estamos en el recreo y abrimos nuestras loncheras, Richard se aleja y nos dice que se la va a comer en otro lado. Mentiras, realmente no trae nada. Verónica se dio cuenta porque le dijo que si esta vez intercambiaban loncheras, y él no quiso.
Veo que muchos no traen loncheras y esperan con ganas la comida que nos dan en la escuela. Mi madre que trabaja mucho, nos empaca a mi hermano y a mi comida sana, como frutas y sanduchitos. Él tampoco se los come, prefiere regalarlos. No le gusta lo sano, solamente lo de paqueticos. Eso si, cuando viene el bonbon bum, ese día no ofrece nada, se las da de agalludo.
Bueno, nos vemos después de clase, voy a mirar si Richard continúa con sus necesidades. Hoy la maestra nos enseñó una nueva palabra: compasión, y es la de ponernos en los zapatos de los demás. Esa si me gustó.
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