Parte 3. El lado oscuro de la mendicidad
Lo que el caleño
caritativo desconoce, por su misma generosidad, es que muchas de estas personas
que ejercen este oficio son puestos ahí por otras personas. Los convincentes argumentos que encogen a
cualquier corazón son ensayados y premeditados por personas siniestras que se
aprovechan de los mendigos de turno para cobrar por protección y son los dueños
del negocio.
Lo que dicen
en el MIO es premeditado, buscando siempre la misma reacción, que el escucha se
meta la mano al drill y saque una moneda. Lo que el caleño no sabe es que
detrás de estas personas hay verdaderas organizaciones dedicadas a la extorsión
social, algo que el colombiano infortunadamente vive y al parecer convalida
dando la moneda.
Detrás de las personas
que piden dinero existen redes de trata de personas que esconden intereses más
ocultos. Estamos viendo la punta del iceberg de organizaciones dedicadas a
explotar física, mental y abusivamente a estos mendigos.
Detrás de cada
enfermo terminal, del recién salido de la prisión, del que no tiene para pagar
los medicamentos de su hija o un incisivo predicador religioso hay verdaderas
empresas dedicadas a la estafa social. Infortunadamente existen congregaciones religiosas que buscan inyectar
a como de lugar su Dios, eso si a cambio de unas monedas, panaderías que venden
productos de dudosa procedencia, centros de rehabilitación de drogadictos que
le ofrecen a sus pacientes un escenario poco recomendable de recuperación
social en el MIO, discapacitados que reciben por otro lado subsidios por su
discapacidad. Todos mostrando una cara lastimera, y que luego recuperan su
semblante amable una vez que se bajan con los bolsillos llenos de los buses.
El negocio es
bastante lucrativo. 50 mil, 70 o hasta 100 mil pesos pueden conseguir en una
tarde. Lo que para uno es una moneda o un billete sin mucho valor, para ellos
se vuelve su negocio. En una hora se pueden obtener tantos o mejores beneficios
que los que muchos profesionales desearían lograr en todo un día.
Muchos
mendigos han encontrado en el MIO una oportunidad de inundar con sus palabras
afligidas, y hasta amenazantes, un espacio que se ha diseñado para que sea de
todos. El problema es que el caleño tiene pocas experiencias de qué es espacio
público, apenas la ciudad tiene un espacio libre, amplio o desocupado es
inundado por intereses particulares, privados y comerciales, en donde aparecen
dueños de lo público, quienes cobran alquiler por espacios que no son suyos.
Estas redes
sórdidas de delincuentes nos ocultan la verdadera ciudad. En Cali, en realidad no
sabemos bien que es un lugar de todos, tenemos pocas experiencias de lugares
públicos sin que estén inundados de ventas y ventorrillos. Lastimosamente el
caleño se acostumbró a que se le vendan cosas en cualquier esquina, en cualquier
parque y ahora en el MIO, en cualquier momento.
Nos parece difícil creer que haya espacios de la ciudad en donde no sea
importunado por personas que nos digan qué pensar, qué hacer, qué comprar, e
incluso qué escuchar.
Todos tenemos
el derecho a desplazarnos de manera tranquila en nuestro bus, sin que nuestro espacio
vital sea inundado por palabras provocadoras, que hieren la sensibilidad social
y que abusan del pasajero, llegando al sarcasmo de plantear: “sino hago esto
estaría robando en la calle”.
Cada ciudadano
puede hacer con su dinero lo que quiera, es imposible impedir que alguien
regale su dinero. Lo que no es admisible es el uso de niños en este espectáculo
social. La presencia de niños para mendigar es algo que se debe combatir con
toda la fuerza del estado y el empeño de todos. En pocos meses serán reportados
al ICBF aquellos niños sorprendidos mendigando en el MIO, incluso podrán perder
la patria potestad aquellos padres que ponen o se hacen los de la vista gorda
con que sus hijos estén mendigando en el MIO. Una limosna a un niño es algo que
dejará una impronta social imborrable, es validarle que debe trabajar de esa
manera para comer y que otros se lucrarán con su esfuerzo. Es bien conocido el
maltrato que viven los niños en donde muchas veces son alquilados a otras
personas para que los exploten económicamente.
Jamás seremos
una sociedad justa si nuestra próxima generación está creciendo con la
perspectiva de la mendicidad como opción de vida. Nuestro deseo de ayudar no
puede desembocar en una ciudad de pordioseros y mendigos. Todo empieza con nuestro deseo de
ayudar, la próxima vez que desee regalar su dinero piénselo bien antes de dar esa moneda, toda una
generación se está criando con ese ambiguo mensaje.
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